Sin olvidarme de mi

Vivimos en la cultura de la aceleración, del no parar.

La rueda del hámster, en la que como nos descuidemos, volvemos a entrar una y otra vez.

En nuestra sociedad se valora de forma muy positiva hacer muchísimas cosas, cuantas más, mejor.

Un claro ejemplo fue cuando nos confinaron: a la mayoría se nos ocurrió cantidad de posibilidades. Decidimos hacer pan, yoga, mil reuniones on line, limpiar en profundidad la casa, colocar los armarios, estudiar inglés. No vaya a ser que bajemos el ritmo…

Está increíblemente bien valorada y reconocida la hiper responsabilidad, fundamentalmente en lo laboral, pero creo que en todos los aspectos de nuestra vida.

De algún modo, estamos sobrevalorando el estrés, aun sabiendo que es altamente perjudicial para nuestro cuerpo y nuestra salud. Vivimos en constante tensión y con grandes dificultades para relajarnos. Como mínimo, con el cuerpo contracturado, y con frecuencia, acercándonos a la explosión de ansiedad, el burn out e incluso a la depresión.

Esta que escribe lo sabe de buena tinta. Hace unos años, mi cuerpo tuvo que pararme, porque andaba tan metida en el sistema voraz como la que más.

Era mi propia carcelera, trabajando a jornada completa en un empelo muy exigente emocionalmente, dedicándole las horas que fueran necesarias (porque al menos, la intervención social, se nutre de nuestra autoexigencia y de nuestras vocaciones militantes) y al finalizar las extensas jornadas, quería seguir haciendo mi vida ajetreada, como si nada de esto estuviera sucediendo. Hasta que, llegado un momento, la “barra de vida” del videojuego se agotó.

Ahora que lo he aprendido resulta que, sin darme cuenta, vuelvo a entrar en la rueda y en la espiral hipomaniaca. Planes laborales, de ocio, formativos, series que ver, libros que leer…

Otra vez el cuerpo me para y descubro que aquí estoy y que aquí es donde puedo encontrarme conmigo, donde puedo tomar conciencia de mis necesidades, elegir y ser libre.

Esta vez el parón ha sido corto: unas semanas en casa con el Covid paseando por mi cuerpo. Por suerte ha sido muy leve, pero obligándome de nuevo a parar y recordándome que no me olvide de mí.

Empiezo de nuevo el viaje hacia adentro, hacia lo que importa, a lo esencial.


Tomar conciencia para salir a la vida sin olvidarme de mi.


La ilustración que acompaña esta entrada está hecha con amor por mi gran amiga Leticia Muñoz Milla. Gracias artistaza.



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